Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

23/01/2024

O “ateísmo líquido” de Francisco (4) | El “ateísmo líquido” de Francisco (4)


Excertos da entrevista de Miguel Ángel Quintana Paz a Diego Fusaro, acerca da publicação do seu livro "O fim do cristianismo".

«— Se no próximo conclave se desse a eleição de um novo papa, que mudasse um pouco esta orientação bergogliesca, por assim dizer, da Igreja, o que aconteceria? Porque não voltaríamos exactamente a essa pequena Igreja antes citada, até se poderia pensar novamente numa Igreja plena, grande, mas oposta ao capitalismo.
— Creio que... o facto de Bergoglio falar sobre a sua possível abdicação é um sinal importante porque, evidentemente, ainda que não apareça no discurso público, a sede está vacante. Está vacante porque Bergoglio não é o papa: o papa era o outro.

— Achas que ele pensa o mesmo?
— Sabe muito bem que, tecnicamente, não é o papa. Pode celebrar-se um conclave para eleger um novo papa, com os bispos blindados por Bergoglio, de modo a parecer um papa legítimo, quando na realidade estará sempre na mesma linha antipapal.

— Então, o novo papa também não seria legítimo?
— Se segue nessa linha, não... De algum modo Ratzinger, ao colocar-se em sede impedida, deslegitimou toda essa nova Igreja, que não é a verdadeira.

— Gosto muito dessa tua ideia acerca da liquidez que esvazia o significado de ser católico, de pensar como católico.
— Claro, a nova Igreja liberal progressista de Bergoglio é uma Igreja líquida, é uma Igreja fluída, é uma Igreja que se molda ao modo das exigências do mercado. É a Igreja do misericordismo: a misericórdia transforma-se numa espécie de perdão universal de tudo e de todos, e de um amor universal que, no entanto, esvazia tudo de conteúdo. Bergoglio, num seu texto muito conhecido, a encíclica Fratelli tutti, volta a propor o amor cosmopolita, o que o velho Hegel descrevia como "o latejar pela humanidade", a etapa da alma bela que ama o mundo. Mas, amar o mundo significa não amar ninguém, porque o amor vai sempre, como tratei de afirmar no meu livro A nova ordem erótica. Elogio do amor e da família, do nome próprio ao nome próprio, nunca pode ser amor pelo universal.

— No Evangelho, de facto, não se fala do amor universal, "à humanidade"; fala-se do amor ao próximo.
— Certamente, o pensamento cosmopolita entende o próximo como o "outro", mas não é assim; em latim, proximus significa o que está mais perto de mim. Assim, o amor é para o que está mais perto, não para o "outro". O discurso cosmopolita liberal também nisto é perfeitamente compatível com a nova Igreja de Bergoglio, porque propõe renunciar a amar quem está mais perto para nos abrirmos ao "outro"; ou seja, de algum modo, pede-nos para renunciar ao particular para nos abrirmos ao universal abstracto. Mas nós sabemos que é uma lei da vida que amemos antes de mais o nosso filho, a nossa esposa, o nosso pai, o nosso amigo, o nosso concidadão e, depois, ao que está mais distante. O discurso cosmopolita pede-nos para amar uma cultura universal, a humanidade em abstracto, com o único objectivo de criar indiferença para quem está mais perto: é este o engano do discurso cosmopolita. Já Jean-Jacques Rousseau, em Emílio, dizia que amar a humanidade é só uma desculpa para não te interessares pelo teu próprio vizinho.

— Porque amar a humanidade como tal é amar uma ideia; e é sempre mais fácil amar uma ideia do que a pessoa que está ao teu lado.
— De facto, para Hegel, que questionava o cosmopolitismo iluminado, o universal é sempre o universal concreto. O universal humano existe concretamente nas culturas e nos povos. Por isso, somos humanos na medida em que temos uma língua, somos parte de uma cultura, de um povo, e isto permite-nos entender o engano da União Europeia. A União Europeia pede-nos que renunciemos à nossa identidade nacional para aderirmo-nos à cultura europeia universal. Mas a cultura europeia não existe, senão como cultura italiana, espanhola, francesa ou alemã. É um universal concreto.

— Culturas ligadas entre si...
— Sim, pela sua relação. E, portanto, o discurso de Bergoglio também nisto parece cooperar com esta fluidez cosmopolita, como em muitos outros temas. Se já não há valores absolutos, tudo se torna relativo. Se já não há verdade, também não é possível questionar a falsidade, e, portanto, o poder.»

* * * * *

Extractos de la entrevista de Miguel Ángel Quintana Paz a Diego Fusaro, sobre la publicación de su libro "El fin del cristianismo".

«—Si en el próximo cónclave se produce la elección de un nuevo papa, que luego cambiara un poco esta orientación bergogliesca, por así decir, de la Iglesia, ¿qué sucedería? Porque no volveríamos exactamente a esa Iglesia pequeña antes citada, incluso se podría pensar una vez más en una Iglesia plena, grande, pero opuesta al capitalismo.
—Creo que… el hecho de que Bergoglio esté hablando de su posible dimisión es una señal importante porque, evidentemente, aunque en el discurso público no aparece, la sede está vacante. Está vacante porque Bergoglio no es el papa: el papa era el otro.

—¿Crees que él piensa lo mismo?
—Sabe muy bien que no es técnicamente el papa. Puede celebrarse un cónclave para elegir un nuevo papa con los obispos blindados por Bergoglio, de modo que parezca un papa legítimo, cuando en realidad estará siempre en esa línea antipapal.

—Entonces, ¿tampoco un nuevo papa sería legítimo?
—Si va en esa línea, no… De algún modo Ratzinger, al colocarse en sede impedida, ha deslegitimado a toda esta nueva Iglesia que no es la verdadera.

—Me gusta mucho esa idea que dices de liquidez que vacía el significado de ser católico, de pensar como católico.
—Claro, la nueva Iglesia liberal progresista de Bergoglio es una Iglesia líquida, es una Iglesia fluida, es una Iglesia que se modela a la manera de las demandas del mercado. Es la Iglesia del misericordismo: la misericordia se transforma en una especie de perdón universal de todo y de todos y de un amor universal que, sin embargo, vacía de contenido todo. Bergoglio, en un texto suyo muy conocido, la encíclica Fratelli tutti, vuelve a proponer el amor cosmopolita, lo que el viejo Hegel definía como «el latido por la humanidad», la etapa del alma bella que ama al mundo. Pero amar al mundo significa no amar a nadie, porque el amor va siempre, como he tratado de decir en mi libro El nuevo orden erótico. Elogio del amor y de la familia, del nombre propio al nombre propio, nunca puede ser amor por lo universal.

—En el Evangelio, de hecho, no se habla de amor universal, «a la humanidad»; se habla de amor al prójimo.
—Ciertamente, el pensamiento cosmopolita entiende al prójimo como al «otro», pero no es así, en latín proximus quiere decir lo que está más cerca de mí. Así que el amor es para el más cercano, no para el «otro». El discurso cosmopolita liberal también en esto es perfectamente compatible con el de la nueva Iglesia de Bergoglio, porque propone renunciar a amar a quien está más cerca para abrirnos al «otro»; es decir, de algún modo, nos pide renunciar a lo particular para abrirnos a lo universal abstracto. Pero nosotros sabemos que es ley de vida que amemos antes que nada a nuestro hijo, a nuestra esposa, a nuestro padre, a nuestro amigo, a nuestro conciudadano y, después, al que está más distante. El discurso cosmopolita nos pide amar una cultura universal, la humanidad en abstracto, con el único objetivo de crear indiferencia hacia quien está más cerca: este es el engaño del discurso cosmopolita. Ya Jean-Jacques Rousseau en el Emilio decía que amar a la humanidad es sólo la coartada para no interesarse por tu propio vecino.

—Porque amar la humanidad como tal es amar una idea; y es siempre más fácil amar una idea que amar a la persona que está a tu lado.
—De hecho, para Hegel, que cuestionaba el cosmopolitismo ilustrado, lo universal es siempre lo universal concreto. El universal humano existe concretamente en las culturas y en los pueblos. Por lo tanto, somos humanos en la medida en que tenemos un idioma, somos parte de una cultura, de un pueblo, y esto nos permite entender el engaño de la Unión Europea. La Unión Europea nos pide que renunciemos a nuestra identidad de españoles e italianos para adherirnos a la cultura europea universal. Pero la cultura europea no existe sino como cultura italiana, española, francesa o alemana. Es un universal concreto.

—Culturas ligadas entre sí…
—Sí, por su relación. Y, por tanto, el discurso de Bergoglio también en esto parece cooperar con esta fluidez cosmopolita, como en muchos otros temas. Si ya no hay valores absolutos, todo se vuelve relativo. Si ya no hay verdad, tampoco es posible cuestionar la falsedad, y por tanto el poder.»

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