Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

06/12/2022

Que liberdade de expressão? (e 2) | ¿Qué libertad de expresión? (y 2)



«Ao fim de quarenta anos, o panorama mediático transformou-se: apareceram televisões internacionais de informação contínua, sítios internet e redes sociais. Simultaneamente, assistimos a uma gigantesca concentração dos media nas mãos de um punhado de proprietários. No entanto, nenhum dos problemas listados em 1978 mudou. Pelo contrário, com o mundo unipolar eles pioraram.

A profissão jornalística consiste hoje em dia em redigir despachos de agências ou em contextualizar essas notícias para os media. As agências de notícias não têm fontes, são factuais, enquanto os media propõem comentários e análises referindo-se às agências de notícias. A contextualização requer muitos conhecimentos históricos, económicos, etc., dos quais os actuais jornalistas são em grande parte desprovidos. O imediatismo nas rádios e nas televisões não lhes confere tempo para a leitura de livros e muito menos para a consulta de arquivos, salvo durante investigações de fundo. Assim, os comentários e as análises foram ficando consideravelmente empobrecidos.

A ideologia dominante no Ocidente, que tende a ser «global», tornou-se uma religião sem Deus. Só há dois campos: o do “Bem” e o dos “apóstatas”. A verdade é determinada por um consenso no seio das elites enquanto a população a rejeita. Toda a crítica é considerada blasfema. Já não há mais espaço para o debate e, portanto, para a democracia.

A imprensa alternativa tornou-se tanto mais pobre quanto ela se baseia nos mesmos dados que os media internacionais: os despachos das agências de notícias. Basta, com efeito, controlar a AFP, a AP e a Reuters para nos imporem uma visão dos factos. Pode-se condimentá-la segundo esta ou aquela tendência, republicana ou democrata, conservadora ou progressista, etc., mas acabará por dar sempre o mesmo prato.

Desde os atentados do 11 de Setembro, os que contestam a versão oficial dos acontecimentos são qualificados de «conspiracionistas». Desde a eleição de Donald Trump, os que contestam os dados das agências de notícias são acusados de deformar a realidade e de imaginar fake news (notícias falsas). Os jornalistas, após se terem interdito de veicular o pensamento dos «conspiracionistas», quer dizer, dos dissidentes, tentam agora “corrigir” as fake news com “check news”.

Ora, no mesmo período, a crença nas versões dos grandes media afundou. Nos Estados Unidos, o Instituto Gallup avalia a confiança na imprensa escrita desde 1973 e na imprensa audiovisual desde 1993. Assim, a dos jornais passou de 51% para 16% e a das rádios e das televisões passou de 46% para 11%.»

* * * * *

«En 40 años se ha visto una transformación del paisaje mediático. Han aparecido televisoras ‎internacionales de información continua, sitios web informativos y las llamadas “redes sociales”. ‎Al mismo tiempo se ha producido una gigantesca concentración de los medios en manos de un ‎puñado de propietarios. Pero no se ha resuelto ninguno de los problemas señalados en 1978. ‎Al contrario, el mundo unipolar los ha agravado.

El trabajo periodístico consiste hoy sobre todo en redactar despachos de agencia o en ‎contextualizar esos despachos para los medios que los publican. Las agencias de prensa reportan ‎sin precisar las fuentes mientras que los medios proponen comentarios y análisis refiriéndose… a ‎lo que reportan las agencias de prensa. Pero la contextualización exige amplios conocimientos históricos, económicos, etc., conocimientos ‎que la enorme mayoría de los periodistas actuales simplemente no tiene. La inmediatez de la ‎radio y la televisión no deja a los periodistas el margen de tiempo que necesitarían para leer libros ‎y mucho menos para consultar archivos, exceptuando quizás la realización de investigaciones ‎de fondo. Resultado: los comentarios y análisis se han empobrecido considerablemente.

La ideología dominante en Occidente, que tiende a convertirse en «global», ha pasado a ser una religión sin Dios. Ya sólo se habla de dos bandos: el del Bien y el de los apóstatas. La “Verdad” ‎se determina por consenso, pero un consenso en el que sólo intervienen las élites mientras que ‎el pueblo lo rechaza. Toda crítica es considerada blasfematoria. Ya no hay espacio para ‎el debate, y por ende tampoco hay espacio para la democracia.

Y la prensa alternativa está adoleciendo de la misma pobreza dado el hecho que también se basa ‎en lo mismo que utilizan los medios internacionales: los despachos de las agencias de prensa. ‎Para imponer al mundo una visión de los hechos sólo hay que controlar las agencias AFP, AP y ‎Reuters. Lo que nos “sirven” esas agencias de prensa puede acomodarse con la salsa de ‎cualquier tendencia –republicana o demócrata– pero el plato sigue siendo el mismo.

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, cualquiera que ponga en duda la versión ‎oficial de aquellos acontecimientos se verá automáticamente calificado de «complotista» o ‎‎«conspiracionista». Desde la elección de Donald Trump, quienes cuestionan lo que publican las ‎agencias de prensa son acusados de deformar la realidad y de inventar «fake news». ‎Los periodistas, que ya se prohibieron a sí mismos hacer referencia a lo que dicen o escriben los ‎‎«complotistas» –que en realidad son disidentes–, ahora se dedican a “corregir” las ‎‎«fake news» en larguísimos “check news”.

Y mientras tanto se ha desplomado la confianza de la gente en lo que divulgan los grandes ‎medios. En Estados Unidos, el instituto Gallup ha publicado una evaluación sobre el nivel de ‎confiabilidad que el público concede a la prensa escrita (desde 1973) y a la prensa audiovisual ‎‎(desde 1993). La confianza del público en los periódicos cayó del 51 al 16% y su confianza en ‎lo que transmiten la radio y la televisión se desplomó del 46 al 11%.» [voltairenet.org]

Sem comentários:

Enviar um comentário