Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

16/08/2022

Contra a democracia (3) | Contra la democracia (3)



«Isto leva-nos a dizer de imediato em que é essencialmente errónea a ideia de que a maioria deve fazer a lei, porque, mesmo que esta ideia, pela força das coisas, seja sobretudo teórica e não possa responder a uma realidade efectiva, fica no entanto por explicar como pôde implantar-se no espírito moderno, quais são as tendências deste às quais ela corresponde e satisfaz, pelo menos na aparência.

O defeito mais visível é o que acabámos de indicar: a opinião da maioria não pode ser mais do que a expressão da incompetência, seja esta o resultado da falta de inteligência ou da pura e simples ignorância; neste sentido podiam-se invocar certas observações da “psicologia colectiva”, e recordar especialmente esse facto bem conhecido de que, numa multidão, o conjunto de reacções mentais que se produzem entre os indivíduos que a compõem desemboca na formação de uma espécie de resultado que está, já não sequer ao nível da média, mas ao dos elementos mais inferiores.

Seria oportuno realçar, por outro lado, como alguns filósofos modernos pretenderam deslocar para a ordem intelectual a teoria “democrática”, que faz prevalecer a opinião da maioria, fazendo do que eles denominam o “consentimento universal” um pretenso “critério da verdade”. Mesmo supondo que existisse efectivamente um questão sobre a qual todos os homens estivessem de acordo, este acordo não provaria nada só por si; mas, além disso, se esta unanimidade existisse verdadeiramente, o que é tanto mais duvidoso quanto há sempre muitos homens que não têm opinião sobre dada questão, e nunca a tiveram sequer, seria em todo o caso impossível constatá-la de facto, pelo que o que se invoca a favor de uma opinião e como sinal da sua verdade se reduz a nada mais que o consentimento do maior número, e ainda assim num meio forçosamente muito limitado no espaço e no tempo.

Neste domínio, mostra-se ainda mais claramente que a teoria tem falta de sustentação, porque é mais fácil retirar-lhe a influência do sentimento, que inevitavelmente entra em jogo quando se trata do domínio político; e esta influência é um dos principais obstáculos para a compreensão de certas coisas, inclusive entre aqueles que teriam capacidade intelectual mais que suficiente para aceder sem esforço a esta compreensão; os impulsos emotivos impedem a reflexão, e um dos mais vulgares truques da política consiste em tirar partido desta incompatibilidade.»

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«Esto nos lleva inmediatamente a decir en qué la idea de que la mayoría debe hacer la ley es esencialmente errónea, porque, inclusive si esta idea, por la fuerza de las cosas, es sobre todo teórica y no puede responder a una realidad efectiva, queda sin embargo por explicar cómo ha podido implantarse en el espíritu moderno, cuales son las tendencias de éste a las que corresponde y que satisface, al menos en apariencia.

El defecto más visible es el que indicábamos ahora mismo: la opinión de la mayoría no puede ser más que la expresión de la incompetencia, ya resulte ésta de la falta de inteligencia o de la ignorancia pura y simple; en este sentido, se podrían hacer intervenir ciertas observaciones de “psicología colectiva”, y recordar especialmente ese hecho bastante conocido de que, en una multitud, el conjunto de las reacciones mentales que se producen entre los individuos que la componen desemboca en la formación de una especie de resultante que está, no ya siquiera al nivel de la media, sino al de los elementos más inferiores.

Seria oportuno hacer notar, por otra parte, cómo algunos filósofos modernos han querido trasladar al orden intelectual la teoría “democrática”, que hace prevalecer la opinión de la mayoría, haciendo de lo que ellos llaman el “consentimiento universal” un pretendido “criterio de la verdad”. Aun suponiendo que hubiese efectivamente una cuestión sobre la que todos los hombres estuviesen de acuerdo, este acuerdo no probaría nada por sí mismo; pero, además, si esta unanimidad existiera verdaderamente, lo que es tanto más dudoso, cuanto que hay siempre muchos hombres que no tienen ninguna opinión sobre una cuestión cualquiera y que ni siquiera la han tenido nunca, sería en todo caso imposible constatarla de hecho, de suerte que lo que se invoca en favor de una opinión y como signo de su verdad se reduce a no ser más que el consentimiento del mayor número, y todavía limitándose a un medio forzosamente muy limitado en el espacio y en el tiempo.

En este dominio, aparece aún más claramente que la teoría carece de base, porque es más fácil sustraerse en él a la influencia del sentimiento, que, por el contrario, entre en juego inevitablemente cuando se trata del dominio político; y esta influencia es uno de los principales obstáculos para la comprensión de ciertas cosas, inclusive entre aquéllos que tendrían por otra parte una capacidad intelectual ampliamente suficiente para acceder sin esfuerzo a esta comprensión; los impulsos emotivos impiden la reflexión, y uno de los más vulgares trucos de la política consiste en sacar partido de esta incompatibilidad.»

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