Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

19/07/2022

Os artistas como intelectuais | Los artistas como intelectuales



«Numa sociedade como a nossa, de consumo, opulenta para poucos, cujo deus é o mercado, a imagem substituiu o conceito: deixou de se ler para olhar, mesmo que seja raro ver. E assim os artistas, actores, cantores, locutores e figuras da televisão substituíram os intelectuais. Esta substituição nasceu de outra mais profunda: quando os intelectuais, sobretudo a partir da Revolução Francesa, substituíram os filósofos. É certo que continuou a haver filósofos, mas o tom geral destes últimos dois séculos marca a sua desaparição pública.

O progressismo, essa doença infantil da social-democracia, caracteriza-se por assumir a vanguarda como método e não como luta, como acontecia com o velho socialismo. A vanguarda como método quer dizer que, para o progressista, é preciso estar sempre na crista da onda, contra ventos e marés. Sempre à frente, na vanguarda das ideias, das modas, dos usos, dos costumes e das atitudes.

O homem progressista situa-se sempre no êxtase temporal do futuro: nem o presente, nem muito menos o passado, têm para ele significado algum, e se o tivesse seria em função do futuro. Não lhe interessa o ethos da nação histórica: está mesmo contra esse carácter histórico-cultural. E isto é assim porque o progressista é o seu próprio projecto. Ele instala-se sempre no futuro, pois adoptou a vanguarda como método. Nada nem ninguém pode estar à sua frente – de contrário deixaria de ser progressista. Assim se explica que o progressista não possa dar um projecto de país nem de nação, porque este se situaria na sua dianteira, o que implica e cria uma contradição. E como ninguém consegue dar o que não tem, o progressista não pode dar um projecto político porque ele mesmo é o seu projecto político.

O homem progressista, ao ser aquele que diz sim a toda a novidade que se lhe propõe, encontra nos artistas os seus intelectuais. Hoje, na nossa sociedade de consumo, onde as imagens substituíram os conceitos, verificamos que são os artistas quem definitivamente plasmam em imagens os conceitos. E a formação do progressista consiste nisso, numa sucessão de imagens truncadas da realidade. O homo festivus, figura emblemática do progressismo, do qual falam pensadores como Philippe Muray ou Rodrigo Agulló, encontra no artista o seu ideólogo.

O artista tanto o liberta do esforço de ler (hábito que se perde imperdoavelmente) como do mundo concreto. O progressista não quer saber, apenas estar informado. Tem avidez de novidades. E o mundo é “o seu mundo” e vive na redoma de vidro dos velhos armazéns onde as moscas (o povo e os seus problemas) não podiam entrar.»

* * * * *

«En una sociedad como la nuestra, de consumo, opulenta para pocos, cuyo dios es el mercado, la imagen reemplazó al concepto: se dejó de leer para mirar, aun cuando rara vez se ve. Y así los artistas, actores, cantantes, locutores y conductores televisión han reemplazado a los intelectuales. Este reemplazo viene de otro más profundo; cuando los intelectuales, sobre todo a partir de la Revolución francesa, vinieron a remplazar a los filósofos. Es cierto que siguió habiendo filósofos, pero el tono general de estos últimos dos siglos marca su desaparición pública.

El progresismo, esa enfermedad infantil de la socialdemocracia, se caracteriza por asumir la vanguardia como método y no como lucha, como sucedía con el viejo socialismo. La vanguardia como método quiere decir que para el progresista hay que estar, contra viento y marea, siempre en la cresta de la ola. Siempre adelante, en la vanguardia de las ideas, las modas, los usos, las costumbres y las actitudes.

El hombre progresista se sitúa siempre en el éxtasis temporal del futuro: ni el presente ni mucho menos el pasado tiene para él significación alguna, y si la tuviera siempre estaría en función del futuro. No le interesa el ethos de la nación histórica: incluso va contra este carácter histórico-cultural. Y esto es así porque el progresista es su propio proyecto. Él se instala siempre en el futuro pues ha adoptado la vanguardia como método. Nadie ni nada puede haber delante de él: de lo contrario dejaría de ser progresista. Así se explica que el progresista no se pueda dar un proyecto de país ni de nación, porque éste se ubicaría delante de él, lo cual implica y le crea una contradicción. Y como nadie puede dar lo que no tiene, el progresista no puede darse ni darnos un proyecto político porque él mismo es su proyecto político.

El hombre progresista, al ser aquel que dice sí a toda novedad que se le propone encuentra en los artistas sus intelectuales. Hoy, en nuestra sociedad de consumo, donde las imágenes han reemplazado a los conceptos, nos encontramos con que los artistas son, en definitiva, los que plasman en imágenes los conceptos. Y la formación del progresista consiste en eso, en una sucesión de imágenes truncas de la realidad. El homo festivus, figura emblemática del progresismo, del que hablan pensadores como Philippe Muray o Agulló, encuentra en el artista a su ideólogo.

El artista lo libera tanto del esfuerzo de leer (hábito que se pierde irremisiblemente) como del mundo concreto. El progresista no quiere saber, sino solo estar enterado. Tiene avidez de novedades. Y el mundo es “su mundo” y vive en la campana de cristal del los viejos almacenes de barrio donde las moscas (el pueblo y sus problemas) no podían entrar.»

Sem comentários:

Enviar um comentário