O progressismo, essa doença senil das velhas ideologias como o marxismo e o liberalismo, encontrou nessa pseudo-linguagem [“linguagem inclusiva”] a sua expressão mais apropriada: fala sem dizer nada e define sem definir. […]
Esta doença senil, mistura de liberalismo e marxismo, apoiada na religião laica dos direitos humanos, vai ocupando lentamente todos os governos do Ocidente, com a qual acaba por se estabelecer um pensamento único e politicamente correcto.
Os lugares-comuns deste pensamento estão por todo o lado: a preocupação pela humanidade e não pelas necessidades dos povos; pelo bem-estar individual e não pelo das famílias; pelo consumo e não pela poupança; pela Terra e não pela terra natal; pelo ritual e não pelo sagrado; pela economia e não pela política; pelos empreendimentos e não pelo trabalho, e podemos prosseguir assim em todas as ordens do operar e do pensar.
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El progresismo, esa enfermedad senil
de las viejas ideologías como el marxismo y el liberalismo encontró en
ese pseudolenguaje [“lenguaje inclusivo”] su expresión más lograda:
habla sin decir nada y define sin definir. [...]
Esta enfermedad senil, mezcla de liberalismo y marxismo, apoyada en la religión laica de los derechos humanos, va ocupando lentamente todos los gobiernos de Occidente con lo cual termina estableciéndose un pensamiento único y políticamente correcto.
Los lugares comunes de este pensamiento son casi todos: la preocupación por la humanidad y no por las necesidades de los pueblos; por el bienestar individual y no el de las familias; por el consumo y no por el ahorro; por la Tierra y no por el terruño; por el ritual y no por lo sagrado; por la economía y no por la política; por los emprendimientos y no por el trabajo y así podemos seguir en todos los órdenes del obrar y del pensar.
Esta enfermedad senil, mezcla de liberalismo y marxismo, apoyada en la religión laica de los derechos humanos, va ocupando lentamente todos los gobiernos de Occidente con lo cual termina estableciéndose un pensamiento único y políticamente correcto.
Los lugares comunes de este pensamiento son casi todos: la preocupación por la humanidad y no por las necesidades de los pueblos; por el bienestar individual y no el de las familias; por el consumo y no por el ahorro; por la Tierra y no por el terruño; por el ritual y no por lo sagrado; por la economía y no por la política; por los emprendimientos y no por el trabajo y así podemos seguir en todos los órdenes del obrar y del pensar.
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