Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

09/03/2024

“Civilização” e “progresso” | "Civilización" y "progreso"



«Não há nada mais fácil do que fazer a crítica a este «optimismo» estúpido que representa, nos nossos contemporâneos, a crença no «progresso». […] O erro fundamental, cuja origem parece dever atribuir-se a Turgot e sobretudo a Fourier, consiste em falar da «civilização», de uma maneira absoluta; isso é uma coisa que não existe, já que sempre houve, e ainda há, «civilizações», cada qual com o seu desenvolvimento próprio e, além do mais, entre estas civilizações, há as que se perderam inteiramente, que não transmitiram nenhuma herança àquelas que lhes sucederam. Também não se poderia argumentar que, no decurso de uma civilização, há períodos de decadência, nem que um progresso relativo num certo domínio possa ser compensado por uma regressão noutros domínios; pelo contrário, seria bem difícil, para a generalidade dos homens de um mesmo povo e de uma mesma época, aplicar de igual modo a sua actividade a coisas de ordens muito diferentes. A civilização ocidental moderna é, certamente, aquela cujo desenvolvimento se limita ao domínio mais restrito de todos; não é muito difícil encontrar quem defenda que «o progresso intelectual alcançou um grau até agora desconhecido», e aqueles que assim pensam mostram a sua total ignorância acerca da verdadeira intelectualidade; tomar por um «progresso intelectual» o que não passa de um desenvolvimento puramente material, limitado à ordem das ciências experimentais (ou melhor, algumas entre elas, dado que há ciências experimentais das quais os modernos ignoram até a sua existência), e sobretudo das suas aplicações industriais, é com efeito a mais ridícula de todas as ilusões. Pelo contrário, a partir da época que se convencionou chamar o Renascimento, de forma bem errada quanto a nós, houve no Ocidente uma formidável regressão intelectual, que nenhum progresso material poderia compensar […] Quanto ao suposto «progresso moral», trata-se de uma questão de sentimento e, por conseguinte, de apreciação individual pura e simples; desde este ponto de vista, cada um pode encontrar um «ideal» conforme ao seu gosto, e o dos espíritas e restantes democratas não convém a toda a gente; mas os «moralistas», em geral, não o entendem assim e, se tivessem poder para tal, imporiam a todos a sua própria concepção, uma vez que, na prática, não existe nada menos tolerante do que as pessoas que sentem a necessidade de pregar a tolerância e a fraternidade.»

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«Nada es más fácil que hacer la crítica de este «optimismo» estúpido que representa, en nuestros contemporáneos, la creencia en el «progreso». […] El error fundamental, cuyo origen parece que debe atribuirse a Turgot y sobre todo a Fourier, consiste en hablar de «la civilización», de una manera absoluta; eso es una cosa que no existe, ya que ha habido siempre y hay todavía «civilizaciones», cada una de las cuales tiene su desarrollo propio, y además, entre estas civilizaciones, las hay que se han perdido enteramente, y de las cuales aquellas que han nacido más tarde no han recogido ninguna herencia. Tampoco se podría contestar que, en el curso de una civilización, hay periodos de decadencia, ni que un progreso relativo en un cierto dominio pueda ser compensado por una regresión en otros dominios; por lo demás, sería bien difícil a la generalidad de los hombres de un mismo pueblo y de una misma época aplicar igualmente su actividad a las cosas de los órdenes más diferentes. La civilización occidental moderna es, ciertamente, aquella cuyo desarrollo se limita al dominio más restringido de todos; no es muy difícil encontrar quienes sostienen que «el progreso intelectual ha alcanzado un grado desconocido hasta nuestros días», y aquellos que piensan así muestran que ignoran todo de la intelectualidad verdadera; tomar por un «progreso intelectual» lo que no es más que un desarrollo puramente material, limitado al orden de las ciencias experimentales (o más bien de algunas de entre ellas, puesto que hay ciencias experimentales de las que los modernos desconocen hasta la existencia), y sobre todo de sus aplicaciones industriales, es en efecto la más ridícula de todas las ilusiones. Antes al contrario, a partir de la época que se ha convenido llamar el renacimiento, bien erróneamente según nos, ha habido en occidente una formidable regresión intelectual, que ningún progreso material podría compensar. […] En cuanto al supuesto «progreso moral», se trata de un asunto de sentimiento, y por consiguiente de apreciación individual pura y simple; desde este punto de vista, cada uno puede hacerse un «ideal» conforme a sus gustos, y el de los espiritistas y demás demócratas no conviene a todo el mundo; pero los «moralistas», en general, no lo entienden así, y, si tuvieran poder para ello, impondrían a todos su propia concepción, ya que nada es menos tolerante en la práctica que las gentes que sienten la necesidad de predicar la tolerancia y la fraternidad.» (El error espiritista, 1923)

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