«Segundo informou na altura o Washington Post, os energúmenos de um centro “educativo” do Massachusetts proibiram há uns meses o ensino da Odisseia de Homero. Por ser machista, heteropatriarcal, violento, racista... Enfim, o habitual. É curioso que num mundo como o nosso, centrado nas notícias-espectáculo, tal coisa tenha passado despercebida. Curioso? Não é curioso, é normal que num mundo como o nosso semelhante notícia não escandalize ninguém, nem abra noticiários, nem ocupe a primeira página dos jornais.
No entanto, a coisa é arrepiante. Pela primeira vez na história da nossa civilização proibiu-se a Odisseia de Homero, a obra que, juntamente com a Ilíada e os relatos mitológicos de Hesíodo, constituía a “bíblia” sobre a qual se cimentava toda a cultura da Antiguidade, continuando a marcar o saber e o sentir dos homens durante os séculos em que a nossa civilização florescia e os bárbaros não pretendiam destruí-la.
Porque é disto precisamente que se trata: de acabar com as nossas raízes, com a nossa civilização. Com a mais alta, dito seja com todo o respeito pelas outras.
É indiferente que “apenas” num centro escolar do Massachusetts se tenha proibido o ensino da Odisseia (juntamente com o aplauso tributado no Twitter pelos professores censores e pelos seus já descerebrados alunos). É indiferente que “apenas” se tenha cortado a Odisseia e, entretanto, preservado a Ilíada (vá-se lá saber porquê), bem como a infinidade de obras do nosso acervo cultural, a maioria das quais não cumprem os preceitos do politicamente correcto e sobre as quais acabará por cair, mais tarde ou mais cedo, o machado do verdugo. Ou da verduga.»
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«Según informaba en su momento el Washington Post, los energúmenos de un centro “educativo” de Massachusetts prohibieron hace unos meses la enseñanza de la Odisea de Homero. Por machista, heteropatriarcal, violento, racista... Lo de siempre, enfin. Es curioso que en un mundo como el nuestro centrado en las noticias espectaculares, tal cosa haya pasado desapercibida. ¿Es curioso, decía?... No, qué va a ser curioso, es normal que en un mundo como el nuestro semejante noticia no haya escandalizado a nadie, ni abierto los telediarios, ni ocupado las primeras páginas de los periódicos.
La cosa, sin embargo, es estremecedora. Por primera vez en la historia de nuestra civilización se ha prohibido la Odisea de Homero, la obra que, junto a la Iliada y los relatos mitológicos de Hesíodo, constituía la “biblia” sobre la que se cimentaba toda la cultura de la Antigüedad al tiempo que continuó marcando el saber y el sentir de los hombres durante los siglos en que nuestra civilización florecía y los bárbaros no pretendían destruirla.
Porque de esto precisamente se trata: de acabar con nuestras raíces, con nuestra civilización. Con la más alta, dicho sea con todo el respeto por las demás.
Da igual que “sólo” en un centro escolar de Massachusetts se haya prohibido la enseñanza de la Odisea (junto con el aplauso tributado en Twitter por los profesores censores y por sus ya descerebrados alumnos). Da igual que “sólo” se haya puesto en la picota la Odisea y se haya, en cambio, preservado la Iliada (vayan ustedes a saber por qué), así como la multitud de obras de nuestro acervo cultural, la mayoría de las cuales incumplen los preceptos de lo políticamente correcto y sobre las que acabará cayendo, tarde o temprano, el hacha del verdugo. O de la verduga.» (El Manifiesto)
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