Crónicas do Grande Despertar | Crónicas del Gran Despertar

29/07/2022

A essência da democracia (e 2) | La esencia de la democracia (y 2)



«Além de tudo isto, é preciso ter em conta que o povo pode equivocar-se. E que as maiorias não estabelecem verdades morais nem princípios objectivos e imutáveis. Em consequência não podem ser umas religiões verdadeiras e outras falsas, porque todas são iguais aos olhos da democracia. Pois bem, todo o consenso humano pode variar; e este é um dos maiores males do sistema democrático: o relativismo axiológico. Dar o mesmo valor ao que não o tem. Isto é injusto, mas é o que sucede. E, sendo injusto, chamam-lhe justiça e igualdade.

Em conjunção com isto, produz-se o facto arrepiante de que tanto o ignorante como o sábio podem decidir o que convém à pátria comum e aos interesses pessoais. Ambos. Não exclusivamente os sábios, ou os melhores, mas o mais imbecil, o pior de cada rua. O sábio, assim, nunca se poderá impor a uma maioria de ignorantes, e esta maioria será a que determina o rumo da sua pátria. Porque a democracia aspira a isto e não a outra coisa: que os ignorantes legitimem a ordem imposta.

A democracia, portanto, converte-se numa religião, uma outra forma de fundamentalismo na mão de ignorantes. A ideologia democrática é hoje em dia incontestável, logrando alcançar um carácter absoluto. Trata-se do desenvolvimento último de outro dos seus traços essenciais: o secularismo. Então, como já não há outro poder senão o poder público, ele pode imiscuir-se inclusive nas consciências, e deste modo desenhar a sociedade para moldá-la ao gosto de quem realmente manda. Não estamos, portanto, numa democracia – dado que não há um governo do povo – mas numa idiocracia, o governo dos néscios.

A democracia torna-se assim não no pior sistema de governo, à excepção de todos os outros, como disse alguém em tom de chalaça, mas na forma de governo mais perfeita e subtil para escravizar a vontade dos povos e extinguir o eco de Deus nas consciências humanas.

A ditadura não é, não obstante, um fim em si, um estado a evitar a toda a custa porque representa todo o mal que pode acontecer ao homem. A ditadura é um instrumento , e, portanto, pode ser boa ou má, segundo o fim pelo qual se oriente. A democracia, pelo contrário, leva no seu sangue o relativismo, o secularismo, os falsos conceitos de igualdade e justiça, a confusão em todas as ordens e a tolerância e o fomento dos néscios, o que conduz irremediavelmente às sociedades que dela sofrem a uma asfixia num verborreia interminável, perdendo o norte, e impedindo-as assim da unidade de pensamento e de acção necessárias para reverter a degeneração em que inevitavelmente se afundam.»

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«Más allá de todo esto, hay que caer en la cuenta de que el pueblo puede equivocarse. Y de que las mayorías no establecen verdades morales ni principios objetivos e inmutables. En consecuencia no pueden haber unas religiones verdaderas y otras falsas, porque todas son iguales a ojos de la democracia. Ahora bien, todo consenso humano puede variar. Y este es uno de los males mayores del sistema democrático: el relativismo axiológico. Dar el mismo valor a lo que no lo tiene. Esto es injusto, pero así sucede. Y siendo injusto se le llama justicia e igualdad.

En relación con esto se produce el hecho escalofriante de que el necio y el sabio puedan decidir lo que conviene a la patria común y a los intereses personales. Los dos. No los sabios exclusivamente, o los mejores, sino lo más ignorante, lo peor de cada calle. El sabio, así pues, no podrá imponerse jamás a una mayoría de necios, y esta mayoría será la que determine el curso de su patria. Porque: La democracia aspira a esto y no a otra cosa: a que los necios legitimen el orden impuesto.

La democracia, por tanto, se convierte en una religión, en otra forma de fundamentalismo en manos de los ignorantes. La ideología democrática resulta a día de hoy incontestable, logrando alcanzar carácter absoluto. Se trata del desarrollo último de otro de sus rasgos esenciales: el secularismo. Entonces, como no hay más poder que el poder público, ese poder puede injerir incluso en las conciencias, y de esta manera diseñar la sociedad para hacerla al gusto de quien realmente manda.

Por tanto, no estamos ante una democracia, puesto que no hay efectivamente un gobierno del pueblo, sino ante una idiocracia, o gobierno de los memos. La democracia, así pues, resulta, no el peor sistema de gobierno con excepción de todos los demás, como dijo alguien pretendiendo decir una gracia, sino la forma de gobierno más perfecta y sutil para esclavizar la voluntad de los pueblos y extinguir el eco de Dios en las conciencias humanas.

La dictadura no es sin embargo una cosa en sí, un estado que evitar a toda costa porque represente todo lo malo que al hombre puede acaecerle. La dictadura es un instrumento, y por tanto puede ser buena o mala, según el fin al que se oriente. La democracia, en cambio, lleva en su sangre el relativismo, el secularismo, concepciones falsas de igualdad y justicia, confusión en todos los órdenes y la tolerancia y el fomento de los necios, que conduce irremediablemente a las sociedades que la sufren a asfixiarse en una cháchara interminable, perdiendo el norte, e impidiéndoles asimismo la unidad de pensamiento y de acción necesarias para revertir la degeneración en la que inevitablemente se hunden.»

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